Elvenking - The divided heart

enero 29, 2008

1.5 (Trasgos)


Los trasgos se giraron sobresaltados, para ver como un feroz semiorco se abatía contra ellos. Los dos primeros no tuvieron tiempo a reaccionar, y Henk los lanzó al suelo aprovechando su mayor tamaño, sus llameantes ojos mostraban el disfrute que experimentaba. Cuando los dos de la retaguardia cayeron, uno de los que arrastraban al prisionero afirmó la lanza entre sus temblorosas manos. El otro intentó dar un golpe al prisionero pero un hueso arrojado directamente contra su cara salió desde la oscuridad, dudó un segundo, un segundo que fue fatal, pues Henk, armado con la lanza de uno de los caídos atravesó ésta con ferocidad por entre los omoplatos del desdichado trasgo mientras el que aún se mantenía en pie aprovecho el hueco en las defensas del atacante y le hundió la lanza entre las costillas. Henk no se percató del dolor, pero el trasgo comprendió que su vida había llegado al final; el semiorco tomo entre sus manos la lanza que lo había herido, rompiéndola con facilidad e incrustando el otro extremo en el estomago del trasgoide que se desplomo con las manos intentando detener inútilmente la sangre que manaba. Los dos que habían sido derribados al comienzo fueron presa fácil de Henk, que se dejo caer pesadamente al suelo una vez concluido el rápido combate. Rogue y Evann abandonaron su refugio en las sombras, Rogue todavía con otro hueso punzante entre sus pequeñas manos.
Se acercaron al recién caído. Henk, Rogue, ni siquiera Evann con toda la sabiduría acumulada como servidor de Oghma pudo decir a ciencia cierta que era lo que tenían enfrente. Si bien era de aspecto generalmente humano, había algo en él que les inquietaba. Era más alto que un humano promedio, tanto como Henk. Su piel era completamente blanca, marmórea; y su iris era de un color gris. Si bien se podría pensar en este ser como un humano, no era como ninguno de los que los tres conocían. Sólo les quedaba esperar a que se despertara.
Con cautela buscaron un lugar en la oscuridad, y se preocuparon de eliminar los rastros del combate. Tomaron algo del equipo de los trasgos. Armas y armaduras y esperaron observando con cautela al extraño.

enero 25, 2008

1.4 (¿Imaskar?)


Una vez terminada su labor, ambos contemplaron al semiorco. Se paró lentamente y en su cuerpo se podían ver las marcas de la tortura; marcas que ellos mismo llevaban también en sus cuerpos.
- Gracias. – se limitó a decir.
- Supongo que tampoco sabes porqué estamos acá – dijo Evann
- No. Soy Henk Tork.
- Yo soy Evann y él es…
- Rogue Dagaluz Cenizllama – se apresuró el gnomo – desde las Quijadas del dragón, en Zhesk. Y ahora será mejor buscar la forma de salir de aquí. Seguidme. Es mejor…
- Silencio – le cortó Henk -, alguien se acerca.
Mientras Evann y Henk observaban alrededor en busca de un refugio seguro, Rogue ya había desaparecido en las sombras. Evann se introdujo de vuelta a una celda, esperando que los visitantes no observaran el hecho de que no era en la cual le había dejado. Busco a tientas algo con lo que defenderse, pero lo único que halló fueron huesos. “Si tan sólo tuviera mi símbolo”, se dijo a si mismo. Había sido educado como sacerdote de Oghma, y necesitaba de el símbolo sagrado para obrar el Poder, de lo contrario estaba indefenso, como lo estaba ahora.
Henk, por su parte se refugio en una esquina, para aprovechar su visión en la oscuridad y ver lo que se acercaba. Tensó sus músculos y esperó.
Los trasgos avanzaron por la sala, eran cuatro y dos de ellos apuntaban con sus lanzas al prisionero. Henk no se detuvo a considerar las consecuencias, lanzó un grito que descolocó a los trasgoides y se lanzó sobre ellos sin otras armas que sus manos.

enero 24, 2008

1.3 (Henk Tork)



El humano estaba conciente, y le miraba desde su celda. Rogue miró alrededor, buscando algo que pudiera utilizar de herramienta para forzar la cerradura y no tardo en encontrar un trozo delgado de hierro.
- Veamos, con un poco de suerte – se dijo más para si, que para el humano en la celda – podría forzar la cerradura. Soy Rogue – añadió.
Una vez más la habilidad del gnomo para forzar la cerradura era innegable y a pesar de que el improvisado artefacto no le ayudaba en mucho logró forzar la cerradura.
- Rogue Dagaluz Cenizllama a vuestro servicio – dijo el gnomo con jovial disposición.
Evann se preguntó como podía actuar de dicha manera ante la situación actual. Tal vez, pensó, si había sido sometido a las mismas torturas que él, no lo había soportado y su mente estaba trastocada. Decidió que era mejor averiguarlo más tarde y se apresuro a darle noticias al gnomo.
- Evann… Evann Hadrien – señaló -, hay otros dos tipos, desde donde me han traído. Estaba conmigo pero no sé si les habrán traído al mismo lugar que nosotros. ¿Qué demonios es todo eso?
- Quien sabe – se encogió de hombros – llevo aquí más tiempo del que hubiese deseado y no lo he pasado la mar de bien, como sospecho que sabrás. Por ahora busquemos a esos dos.
- Tal vez sepan algo, o por lo menos podrían ser de ayuda para salir – después de una pausa, continuó -. Tampoco podemos dejarles allí.
Rogue se encogió de hombros y comenzó a avanzar en la dirección de la cual habían traído a Evann. No tardó en divisar a alguien entre los barrotes de otra celda, una figura que por seguro doblaría su estatura – que no era más de un metro.
- Veo algo, algo grande – le susurró a Evann cuando este se acerco.
La visión de Evann, como humano, era menor a la del gnomo por lo que tuvieron que acercarse bastante para que se cerciorara de que el que yacía allí sentado con una aparente calma era el semiorco que había visto en la sala de experimentos. El semiorco levanto la cabeza y les miró. No dijo nada. Parecía desgastado y bastante adormilado ahora que se le miraba de cerca. Evann miró a Rogue, como buscando aprobación… sin embargo el gnomo ya se había puesto a trabajar en la cerradura.

enero 20, 2008

1.2 (La calavera)


Al caer, sintió como se estrellaba contra algo duro y redondo, que luego rodó unos centímetros. La calavera se le quedo mirando, o al menos eso parecía, con un aire ausente. Evann se pregunto si correría la misma suerte que ese infortunado. Comenzó a rezar, y a preguntarle a su señor, el que todo lo sabe, porqué le había arrastrado hasta este lugar. No sabia donde estaba, ni cuanto tiempo había pasado desde que fue asaltado en las callejas de Puerta del Oeste mientras llevaba a cabo la búsqueda del anillo de las almas, y de Aurora. Sus captores se esmeraron en mantenerlo inconciente con repetidas dosis de veneno drow, y lo mantenía siempre en la oscuridad, de modo que no podía discernir el paso del tiempo ni el lugar en el que estaba. Suponía que habían pasado al menos seis meses, pues su barba había crecido y su pelo, antes pulcro y corto, ahora estaba lejos de aquello.
Se quedo así, mirando a la calavera durante unos minutos, ensimismado en sus pensamientos hasta que un ligero ruido de cadenas le alertó de que no se hallaba solo.
Unas dos celdas más allá un gnomo en condiciones tanto o más magras que las de él se movía con habilidad intentando burlar las cadenas. Evann miró con interés y precaución al pequeño mientras se debatía con los grilletes.

Rogue continuó sus peripecias para desligarse de los grilletes, y al cabo de no más de un minuto lo consiguió. Sus pequeñas manos estaban libres de ataduras, pero ahora el gnomo tenía otro problema: aún debía quitarse las cadenas que llevaba a los pies y más aún intentar escurrirse por entre los barrotes. Una ligera sonrisa se dibujo en el rostro sucio, y Rogue se puso a la tarea. Sus dedos se movían con destreza por las toscas cadenas y valiéndose, sin poder apartar un dejo de repugnancia, de una costilla encontrada en su celda trató de forzar los seguros.
- Bueno… no es lo más adecuado – susurró para si -, pero al menos puedo intentarlo…
Esta vez la tarea fue más difícil, pero no imposible para el gnomo, que estaba forjado en esas lides y a menudo en su pasado tuvo que recurrir a esas argucias para salir airoso.
- Ahora los barrotes… - y otra sonrisa se dibujo en su rostro – si cabe la cabeza, el resto es pan comido…
Y efectivamente, la rojiza cabeza del gnomo cruzo los barrotes y tras ella logró escurrir su cuerpo en un acto de escapismo poco usual. El gnomo volvió a sonreir. Una vez libre miró a su alrededor y con sigilo se encaminó hacia el lugar al cual habían echado al humano.

1.1 (Entre sombras)


La cabeza le dolía sobremanera. Intentó moverse, pero sus cansinos músculos no le respondieron y por instante pensó que caería de bruces al suelo. Sin embargo, algo tiro de él y lo mantuvo en un ángulo de 45 grados. Sus manos estaban encadenadas.
Maldijo. A medida que su cabeza se aclaraba con el paso de los minutos, fue recobrando el aplomo y la tranquilidad. Nuevamente había sido llevado a través de la oscuridad hasta los lugares donde era torturado; nuevamente había, contra toda esperanza, regresado con vida a su celda. Pero junto con la claridad mental se percató también que esta vez no lo había llevado a su celda habitual, miraba ahora a una amplia y oscura habitación que contenía también otras celdas aparte la suya. Y esta vez no había trasgoides apostados frente a la celda, y sin embargo la fugaz visión de un posible escape se desvaneció nada más aparecer. No dudaba de su capacidad para escapar, lo había hecho tiempo atrás de las tierras de los Magos rojos, sino que temía no saber que hacer una vez abandonase la jaula. Estaba sólo. Una vez más estaba solo.
Un ruido lejano lo puso alerta en su incomoda posición. Espero. No paso mucho tiempo hasta que distinguió la fuente del sonido, la ya familiar lengua de los trasgos llegaba cada vez más cercana a oídos del gnomo y parecían reñir con alguien más, alguien que no compartía su lengua gutural, si no una lengua más desconocida para el gnomo. Pasaron unos minutos más antes de que pudiera entender algo; esta vez la voz desconocida habló en común y Rogue pudo entender lo que decía.
- Acabad… acabad con esto… ma… matadme de una vez – y la voz del humano se quebró mientras que los trasgos, armados con lanzas, le atosigaban.
- Ganas tenemos humano – respondió uno de ellos en un pésimo común – pero el Amo tiene destinado para ti otro final.
El gnomo, quieto en su celda, vio pasar cerca de esta a la comitiva. El cautivo, un humano, llevaba el pelo largo y desaseado y su rostro, surcado de heridas, hacía pensar que no podía tener menos de 30 años. Andrajosos ropajes y la barba descuidada completaban el cuadro. Fue lanzado unas celdas más allá donde quedo inmóvil y nuevamente todo se volvió oscuridad cuando los trasgos se retiraron llevando las teas.