Elvenking - The divided heart

enero 20, 2008

1.2 (La calavera)


Al caer, sintió como se estrellaba contra algo duro y redondo, que luego rodó unos centímetros. La calavera se le quedo mirando, o al menos eso parecía, con un aire ausente. Evann se pregunto si correría la misma suerte que ese infortunado. Comenzó a rezar, y a preguntarle a su señor, el que todo lo sabe, porqué le había arrastrado hasta este lugar. No sabia donde estaba, ni cuanto tiempo había pasado desde que fue asaltado en las callejas de Puerta del Oeste mientras llevaba a cabo la búsqueda del anillo de las almas, y de Aurora. Sus captores se esmeraron en mantenerlo inconciente con repetidas dosis de veneno drow, y lo mantenía siempre en la oscuridad, de modo que no podía discernir el paso del tiempo ni el lugar en el que estaba. Suponía que habían pasado al menos seis meses, pues su barba había crecido y su pelo, antes pulcro y corto, ahora estaba lejos de aquello.
Se quedo así, mirando a la calavera durante unos minutos, ensimismado en sus pensamientos hasta que un ligero ruido de cadenas le alertó de que no se hallaba solo.
Unas dos celdas más allá un gnomo en condiciones tanto o más magras que las de él se movía con habilidad intentando burlar las cadenas. Evann miró con interés y precaución al pequeño mientras se debatía con los grilletes.

Rogue continuó sus peripecias para desligarse de los grilletes, y al cabo de no más de un minuto lo consiguió. Sus pequeñas manos estaban libres de ataduras, pero ahora el gnomo tenía otro problema: aún debía quitarse las cadenas que llevaba a los pies y más aún intentar escurrirse por entre los barrotes. Una ligera sonrisa se dibujo en el rostro sucio, y Rogue se puso a la tarea. Sus dedos se movían con destreza por las toscas cadenas y valiéndose, sin poder apartar un dejo de repugnancia, de una costilla encontrada en su celda trató de forzar los seguros.
- Bueno… no es lo más adecuado – susurró para si -, pero al menos puedo intentarlo…
Esta vez la tarea fue más difícil, pero no imposible para el gnomo, que estaba forjado en esas lides y a menudo en su pasado tuvo que recurrir a esas argucias para salir airoso.
- Ahora los barrotes… - y otra sonrisa se dibujo en su rostro – si cabe la cabeza, el resto es pan comido…
Y efectivamente, la rojiza cabeza del gnomo cruzo los barrotes y tras ella logró escurrir su cuerpo en un acto de escapismo poco usual. El gnomo volvió a sonreir. Una vez libre miró a su alrededor y con sigilo se encaminó hacia el lugar al cual habían echado al humano.

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