Elvenking - The divided heart

enero 20, 2008

1.1 (Entre sombras)


La cabeza le dolía sobremanera. Intentó moverse, pero sus cansinos músculos no le respondieron y por instante pensó que caería de bruces al suelo. Sin embargo, algo tiro de él y lo mantuvo en un ángulo de 45 grados. Sus manos estaban encadenadas.
Maldijo. A medida que su cabeza se aclaraba con el paso de los minutos, fue recobrando el aplomo y la tranquilidad. Nuevamente había sido llevado a través de la oscuridad hasta los lugares donde era torturado; nuevamente había, contra toda esperanza, regresado con vida a su celda. Pero junto con la claridad mental se percató también que esta vez no lo había llevado a su celda habitual, miraba ahora a una amplia y oscura habitación que contenía también otras celdas aparte la suya. Y esta vez no había trasgoides apostados frente a la celda, y sin embargo la fugaz visión de un posible escape se desvaneció nada más aparecer. No dudaba de su capacidad para escapar, lo había hecho tiempo atrás de las tierras de los Magos rojos, sino que temía no saber que hacer una vez abandonase la jaula. Estaba sólo. Una vez más estaba solo.
Un ruido lejano lo puso alerta en su incomoda posición. Espero. No paso mucho tiempo hasta que distinguió la fuente del sonido, la ya familiar lengua de los trasgos llegaba cada vez más cercana a oídos del gnomo y parecían reñir con alguien más, alguien que no compartía su lengua gutural, si no una lengua más desconocida para el gnomo. Pasaron unos minutos más antes de que pudiera entender algo; esta vez la voz desconocida habló en común y Rogue pudo entender lo que decía.
- Acabad… acabad con esto… ma… matadme de una vez – y la voz del humano se quebró mientras que los trasgos, armados con lanzas, le atosigaban.
- Ganas tenemos humano – respondió uno de ellos en un pésimo común – pero el Amo tiene destinado para ti otro final.
El gnomo, quieto en su celda, vio pasar cerca de esta a la comitiva. El cautivo, un humano, llevaba el pelo largo y desaseado y su rostro, surcado de heridas, hacía pensar que no podía tener menos de 30 años. Andrajosos ropajes y la barba descuidada completaban el cuadro. Fue lanzado unas celdas más allá donde quedo inmóvil y nuevamente todo se volvió oscuridad cuando los trasgos se retiraron llevando las teas.

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