Elvenking - The divided heart

julio 03, 2007

Preludio: Elhayn

Todo comenzó en Enderien, el reino perdido de los elfos. En Colynwyff, una pequeña y tranquila comunidad en donde pase la mayor parte de mis penas y alegrías. Vivía allí con junto a mi familia: Nizháru Jud, mi padre; Koral Dael’is, mi madre; y mi querida hermana Aulha.

Gracias a mi madre aprendí lo que se ha convertido en el amor de mi vida: hacer feliz a la gente, contagiándoles alegría y esperanza a través de la música y el espectáculo. Por otro lado mi padre, más práctico, fue complementando el trabajo de mi madre con conocimientos diversos y con objetos de todo tipo. Todo este aprendizaje, y el creciente renombre que dedicarse al espectáculo en un pueblo pequeño trae consigo, generaron la envidia entre algunos de aquellos que se criaron conmigo, y para mi tormento, yo me percataba de esto; sintiéndome cada vez más sólo.

Encontré entonces, en esa difícil época de mi vida, consuelo en una joven, amiga de la familia. Ayleen logró alejar mi pesar y alegrar nuevamente a mi corazón, junto a ella podía volver a componer como antaño. Pero como pasa a menudo en las historias de mi gente, las negras nubes eran inminentes. Sadus, el padre de Ayleen, era un elfo avaro y egoísta, no muy querido en Colynwyff pero desgraciadamente con demasiado poder, pues la casa Marceghus era de las primigenias de la región; Sadus veía en su hija de un modo enfermizo, pues para él era su medio de extender su poder por medio de alianzas matrimoniales.

Sucedió una tarde, Ayleen y yo caminábamos por las lindes del bosque, un paseo habitual para nosotros, cuando Sadus nos vio. El aristócrata, ardiendo de rabia, la tomo con fuerza y la alejo de mí. A los días siguientes supe que la había enviado hacia el norte, a la capital de la región.

La vida sigue y yo he de seguir con ella. Ayudado por los escasos amigos que me quedaban en Colynwyff tras mi creciente reconocimiento y fortuna, me hallaba en una taberna cantando a la vida y ahogando las penas en vasos de un cálido vino élfico. La noche era fría. Un alboroto llega desde fuera, algo estaba sucediendo al tiempo que una macabra visión pasaba ante mí y un escalofrío recorría mi columna.

Fui rápidamente a mi hogar, pues aquella visión me había desconcertado. Algo ocurría en mi mente y me preguntaba si esa visión era parte de una broma macabra o un aviso, morboso aviso, de algo inminente. Al llegar a mi morada, caí en un estado en donde lo único que pude hacer fue caer de rodillas al suelo, llorar y mirar impotente la escena que pasaba ante mí. Pedí ayuda a gritos pero, salvo excepciones contadas, nadie acudió.

Cuando las últimas llamas se hubieron extinguido me precipité hacia las ruinas humeantes de lo que fuera mi hogar, en busca de alguna pista de lo que hubiese pasado, y por sobre todo de mis padres y mi hermana Aulha. Los cuerpos calcinados de mis progenitores estaban allí, no así el de mi hermana; impotente caí de rodillas y lloré, consolándome con la idea de que tal vez Aulha hubiera podido escapar a la muerte. Llorando, con la esperanza en el suelo y la fe perdida, me hallaba cuando una mano, suave mano, se posó en mi hombro trayéndome de vuelta. Mi giré y vi a Ayleen, consternada, extraña… me abrazó y me besó para luego, sin decir palabra alguna, subir a uno de esos suntuosos carruajes de su padre.

Pasado el tiempo, recompuesto a medias de mi catástrofe, decidí dejar esta tierra ingrata sin valor ya para mí. Ayleen había ido hacia el norte y mi hermana estaba desaparecida. Emprendí la búsqueda de Aulha, comencé un largo viaje por las ciudades del norte, consultando sabios, mágicos y compañeros de profesión. Di de esta manera con una tía, practicante del arte, especialista en la escuela de la Adivinación. Le pedí ayuda a ella para encontrar a Aulha y Ayleen, para lo cual me pidió que le llevara los componentes necesarios para los conjuros; de ese modo, me apliqué en lo único que podía hacer y con mi laúd comencé a realizar espectáculos en la ciudad. De a poco me fui haciendo de un nombre en la ciudad y comenzaron a llamarme “Voz del saber”.

Una vez hube reunido el dinero para esos exóticos componentes, Minette logró ubicar a Ayleen y a Aulha, ambas en la ciudad de Ehb, al otro lado del continente. El conjuro liberó grandes cantidades de energía lo que con la impresión de ver, aún a través de un espejo a seres tan importantes para mi causaron que perdiera el conocimiento. Desperté en un calabozo, en el sótano de la cabaña de mi tía. No había que poseer demasiada inteligencia para percatarse de lo sucedido, se me había utilizado para un fin que desconozco, y se me reservaba un amargo final. En ese angustiante momento, gracias a las pericias aprendidas de mis amigos, antiguos amigos, en las calles de Colynwyff; logré evadirme por las ventanas en un acto que para muchos hubiese resultado imposible. Dejé entonces, por segunda vez, está tierra maldita. Salí de Enderien y vagué atravesando los yermos vacíos del norte en busca de la lejana Ehb, partí buscando un futuro mejor.

Elhayn Jud, Bardo enderien

Idea y texto original: Nistul Rameloth
Edición del texto: Rethzel Ragnar

2 comentarios:

...::y0P::... dijo...

...�y es historia????...ta linda o mejor dicho ta muy bien relatada me gusto,...donde hay mas de ese tipo????...
como va mi ni�o , espero que bien yo por aca sin comentarios....
gracias por las instrucciones para subir musica ....:p
ojala todo vaya de bien en mejor....(nuevo refran..)y espero nuevos comentarios...
cari�os
...:::p41+0:::...

Anónimo dijo...

wao q' historia cuanto talento en esas palabras, dificil creer que la escribio en menos de una hora si no lo hubiera visto escribirla, diria que se demoro semans...

sin palabras
gran preludio